10 jul 2011

Un Viaje Alucinante



Pedro, el oculista, ha salido corriendo. Se desliza por un gigantesco globo ocular que flota a la deriva. Cuando llega a la pupila, tomando impulso pega un salto mientras ésta se contrae. Aterriza en otro ojo con el iris de un dorado intenso. Se posa en él, rebotando suavemente, riendo a carcajadas.

Entonces divisa una boca, cuyos carnosos labios se abren como el puente levadizo de un castillo. Sobre la lengua, a modo de alfombra roja, se encuentra Irene; Su hermosa amiga dentista, que mueve alegremente la mano. 
Pedro devuelve el saludo, aún más henchido de gozo, satisfecho más que nunca de no haber estudiado proctología.



0 comentarios:

Publicar un comentario